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Bajo la dinastía Tang, había un funcionario de la Corte real llamado Guo Han. Sus padres habían muerto mientras él era joven, por lo tanto vivía solo. Guo no se negaba a ocuparse de las comidas de los funcionarios de alto rango y era famoso por su integridad y rectitud. Era también conocido por ser extremadamente elegante y elocuente.
En una calurosa noche de verano, mientras descansaba en el patio trasero y admiraba el claro de luna, una brisa fresca envió un suave perfume al patio trasero. Mientras el perfume se extendía cada vez más, Guo Han observó en torno de sí, para satisfacer su curiosidad, y entonces vio a tres personas descender lentamente del Cielo y llegando en un instante frente a él. Guo vio ante sus ojos a una joven mujer elegante acompañada de dos doncellas.
La mujer era extremadamente bella y radiante. Llevaba un fino vestido de seda negro, un mantón de seda blanca, una pinza en el cabello enarbolando un ave fénix y un par de zapatos sutilmente bordados. Las dos doncellas que la acompañaban eran también extraordinariamente bellas. Guo Han, humilde en su presencia, se levantó de su silla, se arregló su ropa, puso una rodilla en el suelo y dijo: “No me esperaba la llegada de tan honorable inmortal” y esperó atentamente a que vinieran las palabras de la joven mujer. La mujer sonrió y dijo: “Soy la divinidad del tejido de los Cielos”.
Guo Han observó que el tejido del vestido de la divinidad estaba completamente sin costura; preguntó cómo eso era posible. La diosa tejedora le dijo a Guo Han, “los vestidos en el Cielo no se hacen con agujas e hilos; están, pues, enteramente sin costuras”.
La expresión “un vestido divino no tiene costura” procede de esta historia y se emplea ahora para describir un trabajo perfectamente acabado.
En una calurosa noche de verano, mientras descansaba en el patio trasero y admiraba el claro de luna, una brisa fresca envió un suave perfume al patio trasero. Mientras el perfume se extendía cada vez más, Guo Han observó en torno de sí, para satisfacer su curiosidad, y entonces vio a tres personas descender lentamente del Cielo y llegando en un instante frente a él. Guo vio ante sus ojos a una joven mujer elegante acompañada de dos doncellas.
La mujer era extremadamente bella y radiante. Llevaba un fino vestido de seda negro, un mantón de seda blanca, una pinza en el cabello enarbolando un ave fénix y un par de zapatos sutilmente bordados. Las dos doncellas que la acompañaban eran también extraordinariamente bellas. Guo Han, humilde en su presencia, se levantó de su silla, se arregló su ropa, puso una rodilla en el suelo y dijo: “No me esperaba la llegada de tan honorable inmortal” y esperó atentamente a que vinieran las palabras de la joven mujer. La mujer sonrió y dijo: “Soy la divinidad del tejido de los Cielos”.
Guo Han observó que el tejido del vestido de la divinidad estaba completamente sin costura; preguntó cómo eso era posible. La diosa tejedora le dijo a Guo Han, “los vestidos en el Cielo no se hacen con agujas e hilos; están, pues, enteramente sin costuras”.
La expresión “un vestido divino no tiene costura” procede de esta historia y se emplea ahora para describir un trabajo perfectamente acabado.
Fuente: La gran época.com
1 comentario:
primera vez que oigo el refrán...
me gusta la historia, es muy zen:)
muakas
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